La bioeconomía como
alternativa para la diversificación productiva y la agregación de valor en el
medio rural: una aproximación desde los roles de los actores sociales
Bioeconomy as an alternative for productive diversification and value
addition in rural areas: an approach from the roles of social actors
María del Carmen,
Alcalá-Álvarez[1],
Luciano, de la Rosa-Gutiérrez[2],
Verónica Guadalupe, de la O-Burrola[3]
Resumen
El
presente artículo tiene como objetivo principal mostrar un análisis sobre los actores
sociales que pueden tener un rol clave para promover la bioeconomía como
alternativa para la diversificación productiva y la agregación de valor en el
medio rural. Se parte de la revisión al binomio economía-biología, los cuales
dieron origen al concepto de Bioeconomía buscando una mejor comprensión sobre
su relevancia en la transición hacia una economía sostenible. El método de investigación empleado fue no experimental
porque se partió de situaciones ya existentes en torno a los actores sociales y
sus facultades organizacionales, a partir de las cuales se identificó qué rol participante
podrían desempeñar a favor de la Bioeconomía circular. Destacan como resultados del análisis
y evaluación las directrices para una propuesta de política pública que reconozca
que la bioeconomía otorga valor tanto
a los recursos biológicos como al conocimiento, la investigación, la innovación
y a la gestión, para el desarrollo de productos, procesos y servicios bajo el
principio de sostenibilidad, donde las universidades públicas tienen un papel
central en la promoción y ejecución de dicha política.
Palabras
clave: Bioeconomía, sostenibilidad, diversificación
productiva, medio rural
Abstract
The main objective
of this article is to show an analysis of the social actors that can
play a key role in promoting the Bioeconomy as an alternative for productive
diversification and value addition in rural areas. The starting point is the
review of the economy-biology binomial, which gave rise to the concept of
Bioeconomy, seeking a better understanding of its relevance in the transition
towards a sustainable economy. The research method used was non-experimental
because it was based on already existing situations surrounding social actors
and their organizational powers, from which it was identified which role
participants could play in favor of the Bioeconomy. The results of the analysis
and evaluation highlight the guidelines for a public policy proposal that
recognizes that the bioeconomy gives value to both biological resources and
knowledge, research, innovation and management, for
the development of products, processes and services under the principle of
sustainability, where public universities have a central role in the promotion
and execution of said policy.
Keywords: Bioeconomy, sustainability, productive diversification, rural environment
Códigos JEL: L52, H39, O 38
Introducción
El concepto de Bioeconomía
lleva a considerar que ninguna teoría económica que ignore las leyes naturales
puede funcionar adecuadamente, mientras que el capitalismo neoliberal pasa por
alto de forma irresponsable, la
existencia limitada de recursos naturales y de los residuos que generan muchos
de los procesos productivos, el economista Nicholas Georgescu-Roegen (1971) no
solo acuñó el concepto sino que remarcó la importancia de aplicar las leyes
naturales a las teorías económicas y advirtió de las consecuencias en el caso
de no hacerlo, mismas que se pueden observar
claramente y que son el origen de las crisis que se vienen experimentando a nivel
global.
En un hecho sin
precedentes, las sociedades están inmersas en severas crisis de salud,
económicas, sociales y climáticas; la bioeconomía hace un llamado a cambiar la
forma en que se produce, se vive y se consume, concordando con la Organización de
las Naciones Unidades (ONU) en los preceptos de los Objetivos del Desarrollo
Sostenible 2030, los cuales representan un plan de acción a favor de las
personas, el planeta y la prosperidad presente y futura de las sociedades.
Un futuro sostenible para
todos requiere en su construcción que las personas asuman que son el principal
factor transformador y que deben tomar conciencia y responsabilizarse por
ejecutar acciones a favor de su beneficio propio y el de su comunidad. La
reciente crisis sanitaria, por ejemplo, mostró que confiar en la
responsabilidad individual, no obstante, que es necesaria no fue suficiente
para contener la propagación del COVID 19 al menos en México, haciéndose
necesario encontrar liderazgos fuertes que aseguraran el cumplimiento de las
medidas para la contención. La realidad es que se necesita un modelo que permita
mantener un buen estilo de vida dentro de límites permisibles para la
conservación del planeta.
La tecnología es una
aliada indiscutible para la interrelación de las personas y manejo de los
recursos naturales. Esto último, es más que evidente porque mediante la
aplicación de tecnologías, conocimientos y procesos innovadores, es posible
utilizar de manera más racional los recursos naturales existentes para la producción
de satisfactores de necesidades sin impactar negativamente al medio ambiente,
antes bien, contribuyendo con su regeneración.
Por lo anterior, se hace necesario que desde el campo
de las ciencias económicas-administrativas se promueva la bioeconomía, la cual
ha cobrado relevancia durante los últimos años y se ha convertido en marco de
referencia para sustentar propuestas de políticas públicas de impulso a actividades
productivas y de innovación, con un fuerte potencial en el desarrollo de
sectores económicos estratégicos como los de la bioenergía, biotecnología, biodiversidad
y servicios ambientales (Meza & Rodríguez, 2022).
Este trabajo se organiza en siete apartados en los que
se tocan aspectos puntuales para enfatizar en los actores sociales y en las formas
que podrían promover la bioeconomía como alternativa de valor para el medio
rural. Se enfatiza en el papel de la educación y de las instituciones de
educación superior, en particular las universidades públicas como elementos
claves para potencializar la bioeconomía en el desarrollo de entornos locales y
regionales.
Marco conceptual
Existen dos elementos básicos que deben ser considerados
cuando se recupera el binomio economía y biología, se trata de una
epistemología para investigar el sistema socioeconómico en asociación con el sistema
biológico como un todo, y así estudiar las interacciones no-lineales entre sus
componentes y no sólo entre las características de los componentes individuales
(Mohammadian, 2005). Pero ¿Por qué es relevante la unión de estas dos ciencias?
La respuesta vista desde la economía se fundamenta desde el mismo término, como
plantea Biointropic (2021), ya que economía es una palabra que viene del latín oeconomia, y este, a su vez,
viene del griego οἰκονομία, de οἶκος
“casa” y νέμειν “administrar”, es decir, significa “administrar la casa”.
Si
la palabra “casa” se conceptualiza como edificación para ser habitada (RAE, s.f.),
entonces, “los seres humanos edificamos para habitar”. Empero no basta con edificar,
sino que también se debe “administrar lo edificado” para que sea sostenible y
genere beneficios a todos los involucrados.
Entonces
la pregunta es ¿Cómo estamos administramos nuestra casa hoy? Entendiendo a la
casa como la empresa, la ciudad, el país y el planeta (Biointropic, 2021), incluso son la escuela,
la institución pública y la organización de la sociedad civil. Seguramente se tendrían
diversas respuestas, las cuales están o estarían sustentadas en modelos donde
todos los involucrados busquen beneficios en lo individual y en lo colectivo. La
búsqueda del beneficio obliga a recuperar el pensamiento de Amartyan Sen sobre “el papel instrumental de la expansión de la capacidad
para generar el cambio social (e ir también más allá del cambio económico). La
capacidad no sólo es un instrumento de la producción económica (a lo que suele
referirse la perspectiva del capital humano) sino también del desarrollo social” (1998, p.72).
De manera, que administrar la “casa” desde la perspectiva de las capacidades
humanas implica otorgar a la educación un valor preponderante para que las
personas tomen decisiones anteponiendo el bienestar social y la calidad de vida
sobre otros elementos que puedan limitar o frenar el desarrollo humano.
En
particular, la bioeconomía surge como un modelo de economía en el que se da valor tanto a los recursos biológicos
como al conocimiento, la investigación, la innovación y a la gestión, para el
desarrollo de productos, procesos y servicios bajo el principio de
sostenibilidad (Rodríguez, 2017).
Con el desarrollo de la bioeconomía se pretende revertir las formas de
producción actuales donde la mayoría de los productos en el mundo se basan en recursos
fósiles no renovables. Recursos que, además de ser finitos, son extraídos y usados
de una manera poco respetuosa con el planeta.
Gracias a la bioeconomía y los procesos avanzados biológicos se están
conformado sectores empresariales y económicos que se proveen de recursos de manera
sostenible para la producción de bioproductos, tales como biocombustibles, bioplásticos,
biomateriales, biofertilizantes, bioestimulantes, bioplaguicidas entre otros.
El estado de la bioeconomía en el mundo es heterogéneo a pesar del
potencial que se le reconoce como alternativa para la diversificación productiva
y la agregación del valor en el medio rural, especialmente en los sectores agrícolas
y agroindustrial (FAO, 2018). Es precisamente por su relevancia como factor detonante
del sector alimentario que se debe continuar promoviendo su incorporación en
las agendas públicas de los países, en particular, en los países latinoamericanos
(CEPAL, 2017).
Lombeyda (2020) indicó que el 28% del área terrestre global se encuentra mantenida
y/o gestionada por Pueblos Indígenas, quienes son los guardianes de gran parte
de la biodiversidad del planeta. Para este autor, “la bioeconomía se convierte
en una alternativa resiliente para que las comunidades locales y productores
individuales fomenten el uso de los recursos de origen biológico, de manera más
sostenible” (Lombeyda, 2020, p 26).
A la bioeconomía se le vienen uniendo otros conceptos para fortalecer su
utilización dentro de las agendas públicas de los países, la Organizaciones de
las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en el año 2020,
planteó la necesidad de desarrollar una bioeconomía circular sostenible, a la
que define como un sistema que resulta innovador y restaurador,
que impulsa la industria y la economía, pero que también protege nuestro
planeta para las generaciones futuras. Destaca que el sistema debe sustentarse en
modelos de producción innovadores que permitan la reorientación hacia
alternativas de origen biológico para la sustitución de los plásticos y
combustibles fósiles, la eliminación del uso de sustancias químicas tóxicas y
la reducción de residuos. Para ello, propone la anexión y aprovechamiento de los avances de la biociencia y la
biotecnología, ya que a partir de sus aplicaciones se obtienen componentes y
productos en el suministro de alimentos, fibras, productos madereros y sustancias químicas
de base biológica, incluidas alternativas a los plásticos (FAO, 2020).
La FAO
en el marco del emblemático Foro Mundial de la Alimentación realizado en el mes
de octubre de 2023 señala que “la bioeconomía es el catalizador para la
transformación de los sistemas agroalimentarios”. La FAO (2023) considera que
la bioeconomía provee de
alimentos inocuos y nutritivos a una población mundial creciente, brinda
oportunidades de desarrollo sostenible y nuevos empleos y, a la vez, reduce el
daño ambiental y el desperdicio. Reconoce que su potencial va mucho más allá de
la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y la restauración
de la biodiversidad, ya que abre nuevas oportunidades de desarrollo y empleo verde
en la agricultura y en otros sectores, lo que vienen a fortalecer la seguridad
alimentaria y la nutrición, los medios de subsistencia rurales, las vidas de
los Pueblos Indígenas y las comunidades locales, así como la innovación en
todos los niveles de la sociedad (FAO, 2023).
La
cuestión de fondo en la promoción de una bioeconomía sostenible es convertirla
en una alternativa viable enfrente a los desafíos que implica la atención de
las demandas de una población en crecimiento, y, sobre todo, que se preserven los
recursos naturales. Para ello, Henry y Hodson (2021) plantean la necesidad de renovar estrategias de inserción de las
economías y los territorios rurales en la economía global, y de definir nuevos
senderos productivos a partir de lo biológico, para que se generen empleos e
ingresos con los recursos del entorno. Estos autores también consideran que debe
tomarse en cuenta la dinámica activa de los emprendedores jóvenes en este campo
a través de bioemprendimientos pioneros promotores de innovación, especialmente
en temas de frontera del conocimiento. Esto último, es clave para acelerar el
proceso de desarrollo de los sectores económicos basado en la bioeconomía en
las localidades y regiones.
Las
sociedades han venido experimentando diversos cambios en sus formas de
actuación y con pandemia por la COVID-19 se abren oportunidades para repensar
nuevas formas de convivencia social, hábitos de consumo, producción de los
alimentos, cuidado de la salud y nutrición, conservación de los medios de vida
y el medio ambiente.
La FAO (2020) plantea cinco razones por las que una bioeconomía mundial
sostenible y circular tiene sentido, a saber: 1) Reducir la pérdida y el
desperdicio de alimentos; 2) Luchar contra la contaminación por plásticos; 3) Diversificar nuestras dietas y dejar de
depender solo de unos pocos cultivos; 4) Promover productos de base biológica como alternativa a los fertilizantes y
plaguicidas sintéticos; y 5) Restaurar las tierras degradadas y mejorar la gestión ganadera.
Estos puntos, son respuesta a las
diversas problemáticas que se enfrentan en los países y en México no son
excepción, de hecho, se tiene mucho por hacer desde un cambio de mentalidad de
las personas y la sociedad hasta el diseño e implementación de estrategias por
parte de los actores involucrados. Pero estos actores de acuerdo con sus facultades
y ámbitos de competencia ¿Cuál es el rol que deben realizar para que la bioeconomía
sea ese catalizador que permita transformar los sistemas agroalimentarios en México?
Es así como, en la búsqueda de respuestas a esta interrogante, se
plantea como objetivo analizar a los actores sociales que pueden tener un rol
clave para promover la Bioeconomía, mediante una investigación sobre el juego
de roles.
Metodología
La propuesta metodológica utilizada es de naturaleza cualitativa,
conjunta elementos que sugieren formas de investigación e interpretación de los
fenómenos sociales mediante la hibridación de metodologías ya establecidas,
como es la descriptiva que permite analizar los conceptos: bioeconomía y el rol
de los actores sociales; reflexionar sobre los grandes temas: producción, sostenibilidad
y medio ambiente; e interpretar cómo estos elementos se conjuntan para como alternativa para la diversificación
productiva y la agregación de valor en el medio rural. Se presenta otro momento
interpretativo desde la perspectiva de los actores sociales recuperando su voz
sobre posicionamientos individuales y de las organizaciones donde colaboran
sobre la bioeconomía como motor del desarrollo del medio rural. Finalmente, se
integran elementos para comprender el juego de roles de los actores sociales. Balasch (2005) dice que “rol es el comportamiento
esperado de una persona que ocupa una cierta posición social. Los roles sitúan al
individuo en su contexto social” (p.138). En el estudio se presentan roles individuales
e institucionales/organizacionales, los cuales son claves para clarificar facultades
y vislumbrar el diseño de acciones colaborativas futuras.
Resultados
Los actores sociales que se identifican
como parte de un sistema para promover la bioeconomía son los siguientes:
a) Empresarios y productores
Los empresarios y productores en
el sector agroalimentario deben estar dispuestos a innovar en sus portafolios
de productos a partir de líneas de negocios bio-basadas. Los negocios bio-basados
como señalan Zamudio, Gosset y Sabido-Ramos (2021) fomentarán cada vez más
el uso de aquellos productos provenientes de procesos comprometidos con el
medio ambiente, que resulten menos dañinos para el ser
humano debido a su origen natural y que presentan las mismas o mejores
propiedades que las de aquellos sintetizados en la industria química
tradicional. La inversión en investigación y desarrollo, así como el establecimiento
de alianzas o redes de colaboración con instituciones gubernamentales, empresas,
asociaciones y cámaras empresariales, academia y organizaciones de la sociedad
civil son fundamentales para el desarrollo de nuevos productos no solo en el
campo de lo bio-basado, sino en todas aquellas industrias que dependen del uso
de fuentes fósiles (Zamudio et al., 2021).
Por otra parte, los empresarios y
productores deben apoyar a los emprendedores no solamente con la asociación en
los emprendimientos y la obtención de un retorno de inversión sino con el acompañamiento
para facilitarles su tránsito entre las fases de desarrollo a la de comercialización
y posicionamiento en los mercados, coadyuvando al crecimiento y desarrollo del
sector agroalimentario basado en lo bio y el cuidado en el medio ambiente.
b) Entidades de gobierno
Los gobiernos requieren de
canalizar esfuerzos para diseñar e instrumentar políticas públicas de promoción
al sector de la bioeconomía. Estas políticas deberán considerar esquemas de
apoyos técnicos y financieros para las diferentes fases iniciando en la etapa
de conceptualización del proyecto o desarrollo hasta el mercado.
Otro aspecto por considerar es lo
referente a los encadenamientos productivos para lo que será necesario desarrollar
capacidades innovativas y fuentes de abastecimientos locales, para que los productos
que se demanden cumplan con los elementos de sostenibilidad que se promueven
para la bioeconomía (Vidal, 2023).
c) Instituciones educativas
Las instituciones de educación superior
como formadoras de recursos humanos y generadoras de conocimientos tienen las
condiciones para liderar proyectos y programas alrededor de la bioeconomía y la
biotecnología, incluyendo el involucramiento de otras disciplinas como la ecología,
la nanotecnología, la química, las ingenierías y las administrativas entre otras.
En particular, se hace necesario que pongan énfasis en sus funciones sustantivas
de extensión de los servicios y de vinculación, las cuales quedan relegadas
ante las funciones básicas de docencia e investigación, pero que son tan
relevantes porque es otra forma de incidir en el desarrollo socioeconómico (Hernández,
Cuamea & Alcalá, 2014).
d)
Sociedad
La
sociedad somos todos, y todos los individuos tienen un compromiso fundamental con
el cuidado del entorno, del medio ambiente y del mundo. Sin duda la situación
que se vivió y se vive en el marco del COVID-19 lleva a cuestionamientos sobre ¿qué
se está haciendo? o ¿qué se debe hacer? cada individuo como trabajador, profesionista,
empresario, inversionista, gobernante o cualquier otro rol que tenga en el
campo de las ciencias en particular, la económica debe tomar conciencia sobre
lo que debe mantener, cambiar, transformar o inventar para influir responsablemente
en lo social, lo económico y lo ambiental. Se busca actuar en aras de proteger el
entorno, el país y el planeta, y sobre todo asegurar un futuro mejor (FAO,2020).
e)
Organizaciones empresariales y de la sociedad
civil
Las
organizaciones en el ámbito social y empresarial tienen objetivos puntuales según
su naturaleza, pero tienen en común promover la articulación de los agentes
sociales, además de facilitar la comunicación, el intercambio de información y
la difusión. Estas organizaciones en el desarrollo de la bioeconomía son claves
porque pueden contribuir conjuntar a los actores y al definir objetivos comunes
a favor de la protección y conservación de los recursos biológicos, y, sobre
todo, en la promoción de una cultura de cuidado al medio ambiente. Esto se refuerza
con lo planteado por Castillo, Suárez
y Mosquera (2017) sobre que el desarrollo
sostenible le apuesta a consolidar una relación armónica ser humano-naturaleza,
en la cual la cultura se puede convertir en instrumento fundamental del desarrollo
territorial, y se asume la viabilidad en la medida en que haga relevante las
interacciones socioculturales de los pueblos con sus entornos particulares en
un espacio de reconocimientos y complementariedades.
Discusión
El reconocimiento de actores
sociales y sus roles permiten analizar y reflexionar sobre cuestiones concretas
sobre su actuar para contribuir en la solución a las problemáticas que inhiben
el desarrollo sostenible en el medio rural.
Instituciones de
educación superior y sus disciplinas para la promoción de la bioeconomía
El planeta demanda a la humanidad poner cuidado en los
recursos biológicos y naturales no solo como medida de protección o
conservación presente sino para garantizar su futuro. Las voces de los actores
sociales mundiales y nacionales han venido señalando que medidas se deben incluir
dentro de las estrategias institucionales junto con aquellas que intervienen en
los aspectos económicos y de competitividad en los países y sus entornos
locales para revertir daños ambientales, enfrentar los problemas del cambio
climático, la escases del agua, el agotamiento de la capa de ozono, la sobrexplotación
de los recursos naturales, sin embargo, no todas las acciones se han llevado a
la práctica y las que si se suman al cumulo de experiencias que reportan resultados
positivos o negativos.
Una de las principales voces a nivel internacional es
la de la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) quien confiere a la educación un valor incuestionable
como pilar del desarrollo sostenible. La contribución de la educación en todos
sus niveles es fundamental para el mejoramiento del medio ambiente, incluso la
educación ambiental tiene sus propios conceptos y enfoques de estudio que
buscan atender los asuntos relacionados con el medio ambiente. La UNESCO (s.f.)
señala que “la educación ambiental es un componente de todo pensamiento
y toda actividad, de la cultura en el más amplio sentido de la palabra, y su
fundamento es la estrategia de la supervivencia de la humanidad y de otras formas
de la naturaleza”. En ese sentido, Severiche-Sierra, Gómez-Bustamante yJaimes-Morales
(2016) plantean que “la educación ambiental es pilar fundamental de la
generación de cambios de actitud y aptitud y de lograr un equilibrio entre el
ser humano y su entorno. Se requiere del apoyo de casi todas las disciplinas,
por lo que la resolución de los problemas ambientales debe contar con la participación
de un amplio conjunto de personas e instituciones” (p. 266-267).
La participación de las personas y las instituciones
en la resolución de los problemas ambientales debe responder con sus niveles de
compromiso social. En el caso de las instituciones de educación superior (IES) por
su responsabilidad y función social amerita poner en perspectiva que desarrollan
sus funciones dentro de contextos no predecibles y muchas veces caracterizados
por la incertidumbre de los comportamientos y resultados. Además, por si fuera
poco, las IES deben considerar en el desarrollo de sus funciones la inclusión
de elementos del contexto internacional, así como sus implicaciones en las
actividades cotidianas, en particular en la generación y transferencia de
conocimiento e información. En términos más concretos, y, desde las tareas
diarias de las IES, esto significa implementar e incluir criterios de variabilidad
en sus estrategias, considerando una diferenciación sutil entre la planeación y
la estrategia. Es decir, aunque en el fondo se podría coincidir en que la intención
de ambas es contar con las condiciones institucionales propicias para el
desarrollo de sus funciones básicas. Las estrategias constituyen un conjunto de
instrumentos que a diferencia de la planeación no conciben caminos óptimos o
eficientes ni se identifican todas las variables, por consecuencia no se tiene
control absoluto de los procesos. No obstante, las estrategias son necesarias y
deben interiorizarse en los marcos de acción que resultan de los ejercicios de
planeación de las funciones sustantivas de las IES.
Por otra parte, las condiciones nacional y global lejos
de ser un importante reto para todas las instituciones educativas deben ser
asumidas como alternativas que enriquecen la formación de los cuadros profesionales
y propician nuevas líneas de aplicación y generación de conocimientos, ya que no es concebible que acumulen saberes por el
contrario deben caracterizar por la transferencia y aprovechamiento de los
mismos no solo para su contexto inmediato sino que escalen a los ámbitos nacionales,
transfronterizos e internacionales.
En el caso particular de las universidades públicas en
materia de formación e investigación científica alrededor de la bioeconomía y
la biotecnología se perciben áreas de oportunidad para detonar proyectos o
programas tendientes desarrollar capacidades empresariales, productivas y
administrativas. Pero ¿Cuáles son los pasos por seguir? Primeramente, se tiene
que establecer que la biotecnología entendida como la aplicación de principios
de la ciencia y la ingeniería para tratamientos de materiales orgánicos e inorgánicos
para producir bienes y servicios (OCDE, 2021), involucra a la biología,
ingeniería, física, química y medicina.
Segundo, en las universidades públicas se ofertan programas
educativos que tienen como base a estas ciencias, por ejemplo, medicina, bioingeniería,
nutrición, médico veterinario zootecnista, químico farmacobiólogo, químico
industrial, ingeniero químico, cirujano dentista, enfermería, biólogo, físico, oceanólogo,
ciencias ambientales, biotecnólogo en acuacultura, ingeniero en nanotecnología,
gastronomía y enología.
Tercero se tiene investigación científica que
involucra desarrollos biotecnológicos con aplicaciones en diversos campos por
lo que valdría la pena integrar un portafolio de proyectos y posteriormente,
evaluar los resultados de impacto en particular, los productos y su utilización
para la resolución de problemas de los sectores productivos o bien determinar
un potencial de mercado para ese conocimiento.
Esto último, puede abrir el campo para la inclusión de otras disciplinas
que se enseñan en las universidades como economía, negocios internacionales,
mercadotecnia y administración.
Un cuarto aspecto a considerar es la vinculación para
la investigación haciéndose necesario
llevar a cabo una evaluación de las acciones realizadas en las unidades académicas
y en los institutos de investigación de las universidades donde se oferten los
programas educativos mencionados para establecer los impactos sociales y económicos
que generen los convenios de colaboración con las empresas, gobierno,
organismos empresariales y de la sociedad civil, además de la contratación de
servicios como laboratorios, asesorías y asistencias técnicas. También se
deberá considerar la vinculación para la realización de prácticas profesionales
y proyectos de vinculación asociados a la currícula, ya que estos son un
espacio natural para la formación profesional de los estudiantes y representan
el acercamiento natural a mundo del trabajo y en algunos casos, la puerta al
emprendimiento.
Quinto llevar a cabo un inventario de capacidades
cognitivas y técnicas, así como de los laboratorios y equipos con el propósito
identificar áreas de oportunidad tanto para el ofrecimiento de servicios
profesionales como la colaboración en el desarrollo de proyectos y programas de
tal manera que se establecen redes de conocimiento que potencialicen a la bioeconomía
y la biotecnología.
Un sexto punto podría orientarse al desarrollo de
ambientes más propicios para que converjan todas las ciencias y disciplinas que
se han mencionado, y donde las actividades docentes e investigativas se
desarrollen proyectos y programas con una participación de los agentes productivos
y actores sociales involucrados.
Estos podrían ser los primeros pasos para dar un nuevo
sentido al acercamiento de las universidades públicas con los sectores sociales
y productivos, pues se hace necesario un papel más activo en sus entornos, y,
sobre todo, se deben perfilar acciones para un mejor aprovechamiento de los
conocimientos y tecnologías que se generan en el interior de estas.
Para evitar la exclusión o el “desperdicio” de los
recursos es necesario la definición e implementación de estrategias que
permitan a las universidades la identificación, inclusión y consecución no solo
de los rasgos de los perfiles de egreso sino de la ruta que sigue la
investigación en áreas del saber específicas que se desarrollan en ellas; sin
duda, cuestiones clave porque es necesario cubrir tanto el aspecto formativo
como investigativo para detonar esa bioeconomía circular y sostenible de la que
se ensalza su potencial como alternativa para la conservación de los recursos
biológicos y del medio ambiente (FAO, 2020 ).
A partir de lo anterior y desde la visión individual
(profesores y estudiantes), los actores deben interactuar dentro de ambientes
que favorezcan el desarrollo de habilidades, actitudes y conocimientos
alrededor de la bioeconomía y la biotecnología; en otros términos, el desempeño
individual y, sobre todo, su fortalecimiento, debe incidir en el dominio, no
sólo del manejo de la tecnología sino en su composición, adecuación y creación.
Desde una perspectiva más amplia y teórica por consecuencia,
las las universidades comienzan a asumir tareas de transacción que implican,
entre otras cosas, la generación, formación, actualización y construcción de
saberes en el espacio real de la empresa, la industria, pero en una sociedad,
donde la colectividad, la comunidad y la diversidad generan la contradicción
permanente e incertidumbre de los resultados. Esto no quiere decir que se dé un
alejamiento a un planteamiento donde la racionalidad no pudiera significar el
eje articulador de los aspectos que componen un mundo interrelacionado.
Por otra parte, se hace necesario que la educación
brinde como parte de la formación integral esos aspectos que funjan como motor
para un mayor aprovechamiento y reconocimiento de sus conocimientos y habilidades.
Pues al ser agentes de cambio en la sociedad o en sus entornos laborables se
espera siempre de ellos una mayor actuación, y, sobre todo, una mayor participación
como actores pensantes y poseedores de capacidades, ingenio y creatividad. En
este sentido se subraya la exégesis del grado de incidencia que tienen las
universidades públicas para favorecer, convocar y promover a una mayor
participación social en aras de mejorar las condiciones sociales, económicas y
ambientales. En otras palabras, las universidades públicas cuentan con un
conjunto de elementos para la generación de ambientes más propicios para la
cooperación social en favor de la prosperidad tan necesaria en estos tiempos
enmarcados por la pandemia por la COVID-19, la cual ha dejado múltiples aprendizajes
y cuestiones por entender y discutir.
Actores sociales y
su papel en el desarrollo de la bioeconomía
El papel de las universidades públicas y sus entornos
inmediatos son una de las primeras consideraciones para el impulso de la
bioeconomía circular sostenible en nuestro país y en aquellas entidades
federativas con una vocación agropecuaria, pero también están los otros actores
involucrados como autoridades, organismos privados, empresarios y
emprendedores. La actuación de estos actores es clave y se requerirá de generar
mecanismos institucionales oportunos de participación; por lo que será un
desafío importante establecer los espacios de interacción entre éstos con sus sistemas
y las características contextuales locales, nacionales e internacionales;
representando un segundo punto de atención.
Es necesario considerar que las instituciones y las organizaciones
empresarial y sociales, están compuestas por individuos (actores); en estas los
integrantes actúan o responden en correspondencia al objeto social de la entidad,
por lo tanto, el objeto social delinea el marco de los trabajos al interior como
primer punto. Empero, los actores sociales no están al margen de lo que acontece
en los ambientes externos a su institución/organización, por lo contrario,
deben ampliar sus marcos de acción para beneficio interno de la misma y de los
otros miembros. En ese sentido, la búsqueda
de oportunidades encuentra en la colaboración una opción viable que puede tomar
distintas aristas en beneficio de la organización y sus colaboradores, pero
también de la sociedad y del entorno.
Hablar de actores para la bioeconomía implica agruparlos
en dos bloques a saber: a) los individuos: empresarios, emprendedores, estudiantes,
directivos, académicos e investigadores; y, b) las organizaciones: [entendidas
como figuras ubicadas entre las condiciones y regulaciones externas al individuo
(instituciones) y las propias particularidades (necesidades y habilidades) de
los actores y los territorios], son grupos que persiguen objetivos comunes,
quienes establecerán a través de sus decisiones y dentro del marco de
restricciones y oportunidades existentes, las características del cambio
territorial o institucional (Hernández et al., 2012). Esta clasificación
permite puntualizar en qué se presentan dos formas de actuación la que ejercen
los propios individuos y la de la institución/organización, lo cual impacta de
manera distinta en los resultados, aquí la cuestión es establecer qué se espera
de cada participación en lo individual y en lo institucional porque el impulso
de una bioeconomía circular sostenible lleva implícito elementos como la educación,
la cultura, la empresarialidad, el emprendimiento, los valores, la creatividad,
el ingenio entre otros; aunque también se tienen aspectos que podrían frenar su
impulso como la poca o nula acogida de la sociedad, el poco involucramiento de
los actores claves, la falta de consenso para una política pública de impulso,
la discrepancia entre los involucrados y hasta la incertidumbre por los
resultados futuros; resumen se podría señalar que cualquiera de estos elementos
no están dados o pueden ser definidos concretamente. Lo cierto es que el
crecimiento de un sector de la bioeconomía, así como la prosperidad social,
considerando las múltiples variables que los componen, son aspectos relevantes que
demandan de una política pública, la definición de reglas para la actuación de
los involucrados y de un liderazgo que bien puede recaer en las universidades
públicas o en alguna de las instituciones/organizaciones participantes.
Interacción entre
las universidades y las empresas
La interacción entre las universidades y las empresas
establece responsabilidades para cada una de las partes, es decir, mientras que
las universidades asuman la formación de profesionales que respondan a las necesidades
del sector de la bioeconomía, estas últimas se compromete a recibir a los
egresados que reúnan o satisfagan esas condiciones. Las reglas así planteadas
permiten, por un lado, asegurar la calidad de los programas educativos; y, por
otro disminuir la saturación existente en algunos mercados laborales. La articulación
anterior debe incluir una percepción de desarrollo que no reduzca la formación
y educación de la población a un recurso o factor para la producción.
Existe un compromiso social de las universidades públicas
por atender las demandas y problemáticas sociales por un determinado perfil
profesional a nivel de licenciatura y posgrado, por citar un ejemplo en el caso
particular de Baja California se tiene identificado un sector de empresas en
bioeconomía que empiezan a tener una importante presencia, por lo cual resulta pertinente
empezar a evaluar la pertinencia social de programas educativos que impulsen a
este sector como se ha hecho en otras entidades del país donde se cuenta ya con
una oferta educativa a nivel de posgrado en el área de la bioeconomía por citar
el programa de Doctorado en Bioeconomía Pesquera y Acuícola del CIBNOR.
Por otra parte, las universidades públicas y las empresas
deberán considerar no sólo la construcción de conocimiento sino también la
forma de su transferencia, pasando, por supuesto, por el fomento, desarrollo y
aprovechamiento de la innovación y la creatividad individual y de grupos de
colaboración entre investigadores y personal de las empresas. En este punto, los
productores en el sector agropecuario tienen varios señalamientos sobre las formas
de colaboración y los resultados, los cuales los consideran escasos ante la cantidad
de problemas donde las universidades pueden brindarles soluciones y servicios especializados.
La solución de problemas en ambientes profesionales
reales, a través de acciones de investigación, docencia, asistencia o de
extensión de las universidades públicas, serán experiencias fundamentales en la
formación de los universitarios en los niveles de licenciatura y posgrado. La
vinculación de la investigación con el aparato productivo viene siendo una
estrategia más frecuente en las políticas institucionales de las universidades,
así lo evidencia la formalización de acuerdos interinstitucionales entre los profesores-investigadores
y los sectores productivos y sociales. Es decir, existen marcos regulatorios
que han permitido llevar a cabo desde proyectos de investigación, desarrollo de
tecnologías, estancias de investigación en la empresa, desarrollo de programas
de formación a nivel de especializaciones, maestrías y doctorados, entre otras
acciones; de ahí que las experiencias de vinculación acumuladas en los últimos
años pueden facilitar el camino para el impulso de bioeconomía de una forma más
asertiva y rápida.
Por otra parte, la divulgación de los saberes generados
en las instalaciones universitarias también se presenta como una estrategia
articuladora entre la generación de conocimiento y las necesidades de las empresas,
los grupos y el propio Estado. Tradicionalmente las prácticas profesionales han
sido los momentos durante los cuales los estudiantes universitarios ponen en
juego los contenidos conceptuales y teóricos recibidos durante su formación
profesional en las aulas. Sin embargo, las exigencias, así como la especialización
de las tareas en las propias disciplinas científicas y los espacios laborales
determinan patrones de formación diferentes. Los egresados universitarios
buscan mantenerse actualizados como condición de competencia y, por supuesto de
inclusión en el mercado laboral y la comunidad. Lo anterior, abre un abanico de
oportunidades para ampliar la oferta de educativa en el nivel de posgrado y en
el ámbito de la educación continua como nicho natural para la sensibilización
sobre la necesidad de poner atención en la preservación de los recursos biológicos
y naturales, así como del cuidado el medio ambiente.
Las universidades públicas frente a los cambios en el
entorno y la definición de estrategias
Los tiempos presentes y futuros están marcados por la
pandemia por COVID-19 que se vivió y continua como una amenaza constante, esta
condición pone en el centro la necesidad por el estudio de los impactos en el
desarrollo social y económico e impone desafíos a la educación superior pues le
demanda definir sus aportes o limitaciones. Más aún si se trata de orientar
políticas para impulsar un sector como el de la bioeconomía, en un contexto
donde prevalecen diferencias en el tejido empresarial, en particular en el
medio rural.
Como se ha venido planteando los cambios sociales
establecen ciertas condiciones. Esto significa la demanda de creación de
diferentes mecanismos, a saber: implementación de nuevas formas de trabajo,
adecuación de los estilos de enseñanza, el desarrollo de metodologías que
respondan a la resolución de problemas y/o a la elaboración de proyectos. Sólo
de esta manera se puede contar con elementos que permitan el cambio en los procesos
de generación de conocimiento; es decir, transitar de las tradicionales y pasivas
formas de enseñanza-aprendizaje hacia alternativas de construcción y
acompañamiento no solo del docente-alumno, sino docente-empiria e
investigación-empresa/sociedad. Las aulas universitarias y el conocimiento que
ahí se comparte debe pasar de esos espacios hacia su entorno y viceversa, de
esta manera el saber no sólo se compartirá, sino que las aulas –entendidas como
la propia universidad- serán un espacio para la (re) construcción de alternativas
de desarrollo (Hernández et al., 2014).
Si
se aborda el análisis de los elementos arriba señalados desde la visión de las
tareas de las universidades públicas como instituciones de incidencia en el
desarrollo, se puede considerar, por un lado, la política y estrategias de
gestión que las universidades pudiesen implementar como alternativa territorial,
y, por otro, el modelo educativo como alternativa de formación en los
individuos. Esto no se limita a las condiciones empresa-universidad, ni instrumentalidad
vs la diversidad, sino que lleva a un campo más amplio donde intervienen muchos
factores.
Probablemente
las universidades públicas se encuentran en un punto de inflexión entre
prácticas tradicionales y la necesidad de plantearse nuevos posicionamiento
ante la sociedad y los sectores productivos, los estragos que deja la pandemia
por COVID-19 que las coloca en un momento idóneo para evaluar y reflexionar el quehacer académico, sobre todo, los procesos
que debieron gestarse para una rápida incursión en formas de enseñanza en línea
y hoy con el regreso paulatino a las aulas en modalidades hibridas, presencial,
pero puntualizando en la naturaleza propia de cada disciplina porque las
relacionadas con la bioeconomía y la biotecnologías pareciera que requiere de
una mayor presencia en el aula y prácticas de laboratorio. Pero además de lo
acontecido en las aulas están otros elementos del aprendizaje que rebasan los ámbitos
externos a los espacios universitarios como las prácticas profesionales, haciéndose
necesario recuperar las experiencias tanto de los estudiantes como de las
unidades receptoras. También es
pertinente evaluar los mercados laborales porque seguramente existen cambios en
los requerimientos para los futuros profesionistas, así como el surgimiento de
nuevas demandas por perfiles con competencias profesionales que en el mediano o
largo plazo las universidades deberán estar atendiendo.
En
toda crisis se presentan oportunidades y se presentan obstáculos, éstos últimos
pueden revertirse como elementos de una propuesta que articule las ventajas y
las debilidades internas, individuales o institucionales, con las oportunidades
y amenazas externas o contextuales, en ese sentido, el análisis de fortalezas, oportunidades,
debilidades y amenazas (FODA) resulta útil para ayudar a definir una propuesta
en la que las deficiencias o las afectaciones sean asumidas como alternativas
para la formulación de las acciones de intervención a partir de las cuales se
haga uso de la creatividad, la experiencia, el compromiso y las habilidades de
los actores locales. Desde las universidades públicas un ejercicio FODA sería un
buen referente para la planeación de acciones de impulso para el sector de la
bioeconomía en México.
En
síntesis, la consideración de un papel activo de las universidades públicas en
las propuestas de acción (institucional o individual) -en este caso- no es concebida
como un conjunto de planteamientos que promueve la tarea fundamental de las
universidades como un espacio para el procesamiento de la información y la
transferencia de conocimientos; tampoco como un lugar desde el cual se forma
únicamente a individuos para el mercado de trabajo orientados en criterios de
competitividad que responden estrictamente a una paradigma productivo. Por el
contrario, implica la recuperación de la figura universitaria como institución
desde la cual se generan procesos y cursos de acción que no eluden las
características de la realidad de cualquier contexto, por lo contrario, se
asume su papel trascendental para el desarrollo socioeconómico de las locales y
las regiones.
Desde
las anteriores consideraciones interpretativas se estaría avanzando hacia la
constitución de una estructura social tolerante y corresponsable que no se vea
impuesta o restringida en sus acciones y decisiones por designios externos o
ajenos a su condición individual, pero indudablemente colectiva. Se trata de
que desde las universidades públicas se plantee una propuesta que a través de
la formulación de estrategias permita el desarrollo y el aprovechamiento de la
inteligencia y experiencia de los propios actores para impulsar una bioeconomía
circular sostenible tan necesaria para el país y sus entidades federativas.
Aspectos fundamentales que dan sentido a la bioeconomía
Al considerar el crecimiento
demográfico y el comportamiento socioeconómico que se presentan en la mayoría
de las entidades federativas en México el nivel de participación de la
universidad pública como un importante organismo regional requiere de la formulación
e implementación constante de estrategias de revisión, adecuación e implementación
de los programas educativos que satisfagan las necesidades de los sectores
social y productivo que se localizan en cada región de incidencia. Esto implica
la inclusión de elementos que le permitan a los egresados universitarios una
participación profesional en diferentes espacios, no sólo regionales, pero en
el mundo.
Respecto a los esfuerzos
investigativos se requiere una mayor correlación entre la generación de conocimientos
y su aplicación en la resolución de los problemas sociales y los sectores productivos.
En el campo de bioeconomía existen áreas de oportunidad para llevar a cabo
proyectos de investigación que atiendas las demandas y las problemáticas que se
enfrentan por ejemplo en la agricultura, la ganadería, la pesca y la
acuicultura, solo por citar algunas de las actividades en donde se podría
impactar positivamente ante las dificultades que se presentan en el sector
primario.
Lo acontecido por la crisis
por la COVID-19 ha recuperado las visiones sobre la importancia del desarrollo
sostenible y los posicionamientos para la conservación de la vida, el cuidado y
conservación de los recursos naturales vuelven a cobrar fuerza, los
pronunciamientos de los organismos internacionales son contundentes y puntuales
sobre las políticas y acciones que los países deben estar atendiendo en el
corto, mediano y largo plazo.
Los problemas están más que
identificados por lo que la atención se enfoca en cómo se va a hacer frente al
crecimiento de la población global, al agotamiento de los recursos naturales, a
los cambios climatológicos, al agotamiento de las fuentes de energía y a la
contaminación.
En ese sentido, se ve a la
bioeconomía como una alternativa viable para revertir los efectos, la cual
tiene entre sus desafíos encontrar la correspondencia entre la sociedad y los
agentes productivos, porque uno de las cuestiones más elementales que marcan el
cambio son los patrones de consumo y las
formas de producción, ya que la creciente demanda
en el esquema de desarrollo actual, pareciera insostenible -el modo de vida
occidental no es sostenible ni replicable por toda la población mundial (Anlló,
Bisang & Trigo, 2018).
Ahora bien, cualquier
propuesta desde la universidad pública deberá garantizar que los participantes posean
herramientas cognitivas suficientes que los exhiba como individuos capaces de
responder con alternativas de innovación u opciones para la resolución de
problemas en correspondencia con las exigencias de un contexto altamente competitivas
y que requiere de modificaciones para garantizar la sostenibilidad.
La combinación, la aplicación, la generación y, sobre
todo, la construcción de conocimientos de manera simultánea requiere de habilidades
en la identificación y definición de los criterios, tareas y responsabilidades
de los actores sociales involucrados para ser posible el impulso de este sector
estratégico para el desarrollo social, económico y ambiental.
¿Es la bioeconomía
una opción profesional a ofertarse en las universidades públicas?
Para el caso de la
Bioeconomía como profesión de apoyo a la innovación y el desarrollo
regional, ésta podría estar sustentando su factibilidad a partir de la
identificación de aquellas empresas que perfilan el sector de la bioeconomía en
la regiones, que existen trabajos que documentan casos de éxitos de empresas
donde se ha identificado un considerable interés por el planteamiento de una
oferta de formación profesional que reuniera nuevas particularidades en el
ámbito de la bioeconomía, habría que explorar la pertinencia social a nivel de licenciatura
o posgrado. De converger ambos aspectos –señalaron varios de los especialistas
en el área- se podría lograr un upgrading
industrial en el que se pasara de la manufactura de productos tradicionales a
entrar de lleno en el campo de los bioproductos.
Otro factor relevante es la existencia en nuestro país
que desarrollan complejos procesos productivos, algunas de ellas denominadas empresas de cuarta generación debido a que
en sus instalaciones no sólo se llevan a cabo procesos de ensamble y manufactura,
sino también de desarrollo y diseño de nuevos productos y componentes
(médicos). La intención e interés por seguir atrayendo procesos productivos más
complejos hace necesario el desarrollo de capital humano con un perfil que
incluya rasgos de la biología, la medicina, física, la química y las
ingenierías. De constituirse una propuesta de formación profesional en esta
área –señalaron no pocos empresarios, académicos e investigadores- significaría
para las empresas localizada en los estados de la frontera norte una
alternativa para la disminución de costos canalizados o generados en los
Estados Unidos, por citar un ejemplo.
La universidad pública desde su origen se diseña a partir
de una estructura que busca incidir, a través de sus propuestas y acciones, en
las necesidades sociales y sectoriales. Este diseño implica, en primer lugar,
el reconocimiento y el fomento de las habilidades que debiese poseer el
egresado; y, en segundo, el establecimiento de mecanismos de transferencia del
conocimiento en ambas direcciones. En otros términos, la conformación de la
oferta educativa de las IES tiene como principio la búsqueda de un tránsito que
va de la instrumentalidad de los programas de formación hacia las condiciones y
oportunidades no sólo locales sino extraterritoriales.
Conclusiones
Puntualizar en la bioeconomía y sus atributos para
coadyuvar en el desarrollo económico sostenible, permitió analizar el papel que
juegan los actores sociales vinculados a su promoción en México. Este ejercicio
pretendió identificar actores sociales y sus roles concretos como parte de un
sistema colaborativo de impulso al sector de la bioeconomía.
Se planteó que las universidades públicas cuentan con
la capacidad y los recursos científicos para apoyar a las empresas, productores
y nuevos emprendedores, los cuales son el motor de crecimiento de este sector que
se le reconocen características favorables para el sostenimiento del medio
ambiente.
Otros actores estratégicos debieron considerarse como
por ejemplos los clientes y proveedores, pero como el análisis estuvo centrado desde
la necesidad de reconocer a los actores de promotores para el sector se dio
prioridad a los gobiernos, empresarios, productores, emprendedores, instituciones
de educación superior, cámaras empresariales organizaciones de la sociedad civil.
La bioeconomía como alternativa para el medio rural se
le reconoce el potencial para revertir la pobreza y la desigualdad en el campo,
porque permite la disminución de la presión sobre la diversidad, suelos y
mantos acuíferos. Para el sector rural mexicano la bioeconomía agrícola es una
de las alternativas más viables de desarrollo económico, por ello, la necesidad
de una política pública que impulse la creación de bionegocios.
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[3]
Verónica Guadalupe De la O Burrola, Doctora en Ciencias Económicas, Profesora
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